Dios amabilísimo,
quien inscribió el amor en nuestros corazones,
nos infunde el coraje de mirar más allá de nosotros mismos,
y reconocer al prójimo en los diferentes a nosotros,
para que podamos seguir verdaderamente a Jesucristo,
nuestro hermano y nuestro amigo,
quien es el Señor por los siglos de los siglos. Amén.